Euforia

A todos alguna vez nos han dicho que no vayamos a ninguna parte solos y menos si es a un lugar desconocido e inquietante.
Sinceramente, nunca les he hecho caso. Pues a causa de ello he conocido a muchos seres en ese bosque al que nombraron «Linterna». La primera vez que me encontré cerca de él el miedo me invadía, e incluso solté un chillido lo admito. Me encontraba de narices ante un bosque, de esos tenebrosos con sus árboles sin hojas. Por lo visto, la música siniestra y la niebla también venía en el pack de bosque tenebroso. El viento surcaba las olas de hojas caídas del otoño, atravesando recovecos entre objetos olvidados, moviendo las ramas de los árboles, recreando sonidos que sientes como... tuyo.
Me adentro en Linterna. No como las tontas protagonistas de las películas de terror, sino por la maldita curiosidad, mi paranoia y porque estoy jodidamente loca. «Simplemente espero no encontrarme con algún asesino de esos que te torturan y bla-bla-bla. Psicópatas, vamos. Crucemos los de dos de las manos y de los pies, por si las moscas y los psicópatas.»

No encontré realmente nada de nada, sólo el mismo paisaje por todos lados: árboles altos, misteriosos, y siniestros a más no poder. Me sentía pequeña más bien miserable, despreciable ante tal grandiosidad Sin embargo, me di cuenta de que al correr deprisa, rápido, el viento empieza a soplar. Muy, muy fuerte. Se empieza a montar un revuelo, se oyen a las ojas susurrar y todos los animales huyen despavoridos como si de fuego se tratara. Así que frené.

En ese bosque no logré ver a ningún animal, ningún ser aparte de los árboles. Pero cuando se hizo de noche fue  como si recobrara la vida. Todo en aquel bosque parecía llenarse de vida, de luz. El bosque era como un epiphyllum oxypetalum, floreciendo sólo a medianoche.

Vi un búho de rojo, estaba posado en una rama cerca de donde me encontraba, sus ojos brillantes no pararon de mirarme... «Como si yo... fuera su presa». De repente, justo cuando alzó el vuelo me di cuenta de que yo realmente lo era. El miedo empezaba a recorrerme el cuerpo cuando más cerca se encontraba de mí. Parecía como si fuera un ave del tamaño de un camión. Salí de allí corriendo lo más rápido que pude, tan rápida como... «El viento... ¡TAN RÁPIDA COMO EL VIENTO!». Estaba siendo empujada por el viento. Me sentía tan ligera como en aquel sueño que tuve cuando aún era pequeña; corría  rapidísimo sobre el agua que terminé andando sobre aire. Dejé de pensar en ello cuando el viento me alzó y mis pies realmente dejaron de tocar el suelo. Entonces, empecé a... a... «a...Volar...»

—¡MALDITA SEA, ESTOY VOLANDOOOOOOO! —agité los brazos y me moví todo lo que pude por mantener el equilibro hasta que lo conseguí. Entonces grité de euforia. La adrenalina recorría mis venas y nunca me sentí más libre.

Corría, corría, corría y corría pero ya no sobre el suelo del bosque, sino por encima de él. Sobre las nubes... Pero me quedaba sin aire.

Exhausta, el viento me arrulló hasta la entrada. Y, aquel búho del que me había asustado también estaba allí. Expectante. Mirando fijamente cada uno de mis movimientos pero esta vez no como el depredador, sino como «amigo».
— Gracias, señor búho, por una inolvidable experiencia. Nos vemos pronto— le sonreí al darme cuenta de que no era un búho; sino el viento, que había tomado la forma de uno.



(He vuelto, por un periodo corto de tiempo, esta vez no diré cuando actualizaré ni haré promesas, ya que he visto que no, que en cuando a escribir entradas no puedo prometer nada.
Espero, al menos, poder escribir una cada dos semanas. 
Estoy a reventar de cosas que hacer. Es lo que tiene empezar segundo de bachillerato,
Muchas gracias por leer,
Hasta
pronto, espero.)

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