Me acerqué. Y me arrepentí de haberlo hecho.
Tú ni siquiera estabas vivo, ni siquiera respirabas. Tus alas rotas estaban petrificadas al igual que tu cuerpo inerte y tus plumas oscuras.
Quería comprobar que no era cierto, que no podía ser verdad que estuvieras muerto pero cada vez que te miraba supe que no volverías a la vida.
Mi querida golondrina, quizás te estuvieras resguardando de la lluvia, de las tormentas, del calor pero esto te llevó a la muerte.
Siento no haber llegado antes, siento no haber estado, para poder salvarte.